Hace tiempo que desconecté del mundo de la viñeta, pero mis amigos aseguran que siguen publicándose cosas interesantes más allá de Eatman o Gen13, que fueron las últimas series que completé. Si hay unos personajes que, inevitablemente, siempre terminan apareciendo en nuestras conversaciones viñeteras son las Tortugas Ninja. Tenemos que remontarnos a finales de los 80 con ese cómic decadente en blanco y negro infestado de guiños a la serie B creado por Kevin Eastman y Peter Laird. Por entonces tenían la máquina recreativa en un bar del barrio, un beat’em up bastante logrado y con opción de cuatro jugadores simultáneos, donde nos dejamos un buen puñado de monedas de cinco duros, de esas que aún no tenían el agujero. Después llegaron las películas, los series de dibujos, los muñecos... los cuatro quelonios de nombres renacentistas se convirtieron en un producto de marketing, pero de la agresividad inicial que desprendía el cómic ni rastro, así que nos dejaron de gustar en un momento de plena fiebre mundial.
En cuanto a las Scream Queens o Reinas del Grito (como se califica a las actrices habituales en el género Terror/Ciencia Ficción), soy seguidor porque contribuyen a mantener el romanticismo del cine antisistema. Aspirantes a actrices que buscan la fama, aceptan interpretaciones en películas de bajo presupuesto y terminan encumbrándose como iconos de la subcultura, cuyos nombres son recordados con nostalgia durante décadas. De generosa anatomía, la tradición Scream Queen se está perdiendo por culpa de la escasa calidad de los últimos títulos y nulo carisma de las actrices actuales, en su mayoría adolescentes siliconadas e inexpresivas. La última grande ha sido Julie Strain, de generosas curvas y 1.85 de estatura, ha participado en más de un centenar de películas que son carnaza de videoclub. Su vida también es digna de mención: Graduada universitaria, sufrió amnesia al caerse de un caballo mientras practicaba hípica y no recuerda nada de su adolescencia. Emprendió una nueva vida siendo escogida Chica Penthouse en 1991 y debutando como doble de cuerpo de Geena Davis en Thelma y Louise. Después llegarían los sexy thrillers, la caspa ficción y el terror de casquería, hasta que conoció (curiosamente) a Kevin Eastman y se casaron en Las Vegas.Ahora, el destino ha unido a David Fincher, Kevin Eastman y Julie Strain en la nueva adaptación de Heavy Metal, mítico cómic que combina violencia y erotismo con dos versiones animadas previas (en 1981 y 1999). La producción correrá a cargo del propio Fincher junto a Eastman (propietario actual de la franquicia Heavy Metal) y su señora esposa Julie Strain volverá a coger la pistola, a sus 46 años, en uno de los papeles protagonistas. Una combinación fascinante, veremos si el resultado final está a la altura.


Que conste que me confieso mal lector y leo menos de lo que debería, así que esta novela de John Boyne (que escrito así, me recuerda a mi abuelo cuando intentaba decir John Wayne) no la he leído y sería injusto criticarla. Lo que sí cuestiono es a todos aquellos devoradores de fast food literarios que se mueven por modas y van a terminar motivando a los editores para que exhiban sus libros en la sección de complementos del H&M en vez de en las estanterías de una biblioteca. El primer paso ya lo han dado, sacando una línea de ropa basada en la famosa novela. Sólo para mitómanos.
Los que veneran este libro serán los mismos que irán al Rock in Rio a ver a Estopa y durante el concierto de Neil Young aprovecharán para hacer botellón. O que dicen que Tim Burton sólo “mola” a partir de Big Fish. O que Al Gore es un ejemplo a seguir por su lucha contra el cambio climático. O que se ríen con el perro de Padre de familia. O que se ponen una foto de Super Coco en la ventana del Messenger y resulta imposible chatear con ellos porque hay que descifrar cada sílaba entre múltiples iconos animados. He estado echando un vistazo a las opiniones de El niño con el pijama de rayas en los foros de Internet y aquí están, textualmente, las más suculentas:
