
En la otra mano lleva una Mahou de medio litro.
Del mismo modo, un concierto de Sex Pistols debe ser sinónimo de incorrección, ruido, mugre y furia. En su primera actuación en nuestro país tampoco hubo nada de eso. Su actuación en el Summercase sonó bien, limpia y correcta, todo lo contrario a ese mítico concierto en el Manchester de finales de los setenta, al que sólo acudieron 30 personas (entre ellas, los fundadores de Buzzcocks, New Order o Simply Red).
No entiendo porqué Johnny Rotten sigue subiéndose a los escenarios con 60 años y no fue fiel a sus principios de retirarse al cumplir los 30. Tampoco comparto que el grupo continúe devaluando su nombre tras la muerte del bajista Sid Vicious. Frases como No future for you no suenan igual en un escenario patrocinado por Movistar que en la Inglaterra post industrial del Thatcherismo. Sex Pistols ya no es el grupo que, sin apenas saber tocar, marcó un hito en la historia de la música con un único disco.
Ahora, este icono punk es una marca, una franquicia, como Starbucks, McDonalds, H&M y el resto de negocios que invaden la Gran Vía madrileña donde antes había cines y tiendas de discos. Cuando voy a un concierto de Amy quiero que suene bien y en uno de Sex Pistols quiero que suenen mal. Así es la música.
No entiendo porqué Johnny Rotten sigue subiéndose a los escenarios con 60 años y no fue fiel a sus principios de retirarse al cumplir los 30. Tampoco comparto que el grupo continúe devaluando su nombre tras la muerte del bajista Sid Vicious. Frases como No future for you no suenan igual en un escenario patrocinado por Movistar que en la Inglaterra post industrial del Thatcherismo. Sex Pistols ya no es el grupo que, sin apenas saber tocar, marcó un hito en la historia de la música con un único disco.
