Que conste que nunca simpaticé con los denominados puntos de cultura alternativa, léase casas okupa o centros sociales. Sus intenciones suelen ser buenas, pero la mayoría de veces se quedan sólo en eso, en un intento, para terminar convirtiéndose en un local cochambroso donde se crítica a la sociedad a ritmo de bongos, porros y calimocho del Caprabo. Los problemas del mundo, que tan bien presumen conocer, no se solucionan haciendo malabares ni dando patadas a una bolsita, como habitúan a hacer los asiduos a estos recintos (si has estudiado Periodismo o Comunicación en la Complu, lo enterás). Tampoco me gustaron las teterías cool, esas donde te miran raro por no llevar rastas ni tatuajes tribales. Locales donde huele como que han fumado y todo es muy bohemio. Sus regentes dicen ser muy solidarios y anticapitalistas, pero te piden 5 euros por un té y se quedan “tan agustito”.
Ese glamour de mercadillo pseudocultureta no va conmigo, aunque lo respeto. Sin embargo, sería injusto meter en el mismo saco a Ladinamo Café. Generalizar es siempre un error pues, como en un vagón de metro, puedes encontrarte de todo, desde indeseables a gente admirable.
Descubrí Ladinamo en 2004, cuando dentro de la programación del Cinemad proyectaron parte de la filmografía del inquietante Alejandro Jodorosky. Fue muy grato disfrutar del cineasta chileno con la sala a rebosar (era entrada libre) y cerveza en mano, pero más divertido aún fue contemplar la cara de los allí presentes después de la proyección de “La montaña sagrada” (título altamente recomendable). Esa misma jornada también emitieron un par de cortometrajes y, como colofón, la película sorpresa, que resultó ser “Kárate a muerte en Torremolinos” (esta también es recomendable, pero para vuestro peor enemigo”.
Ese mismo año, Ladinamo recibió una amenaza de cierre por ofrecer un concierto del siempre perseguido Fermín Muguruza. El apoyo vecinal de Lavapiés fue determinante para que la sangre no llegase al río, pero era cuestión de tiempo que pasara lo que hoy ya es inevitable. La asociación cultural capitaneada por Carlos Prieto se queda sin su sede, aunque seguirá agitando conciencias en su blog y en su fanzine. Seguro que la próxima vez que pase por la calle Mira el Sol para visitar a mi amiga Teresa y tomarnos unas cañas sabaderas, una tienda de chinos (de esas que venden San Pancracios que brillan en la oscuridad y demás horteradas) ocupará lo que anteriormente fue Ladinamo.
Antes del verano pasé por última vez para entrevistar a Sonora y Reincidentes, coincidiendo allí con un buen puñado de amigos periodistas (puedes leerla pulsando la foto). Me quedo con esa última imagen para el recuerdo. Si nadie lo impide Madrid, antaño oasis de la-contra-cultura, será el nuevo paradigma contra-la-cultura.
miércoles, 31 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario