jueves, 16 de agosto de 2007

ESTE MUERTO ESTÁ MUY VIVO

Hoy, jueves 16 de agosto, se cumplen 30 años de la muerte de Elvis Aaron Presley y su ciudad natal, Memphis, se convierte en una versión rockera de Disneyland. Curioso paralelismo, pues hay quienes afirman que Elvis está congelado junto a Walt Disney. Lo que si es para quedarse helado son los ingresos que aún sigue generando este infante difunto. Hoy se inaugura la semana del rey, la Elvis Week, en la que el número de habitantes en Graceland se multiplica por diez. Restaurantes temáticos, tiendas de souvenirs, hoteles y todo tipo de atracciones para turistas harán (y nunca mejor dicho) su agosto. Una semana que les permitirá vivir el resto del año con más de 600.000 procedentes de todos los rincones del mundo y embutidos en monos blancos con chorreras, cuellos de pico y mucha pedrería.

Los inpersonators de Elvis cuentan con paquetes turísticos que incluyen una visita a su mansión, la misma donde fue encontrado tras atiborrarse de barbitúricos y anfetaminas (hasta 14 diferentes), a la que sigue una parada en la tienda donde compró su primera guitarra con diez años, un paseo por su escuela de secundaria y un obligado avituallamiento en su tienda favorita de batidos. La jornada concluye con un concurso de imitadores con más de 2.000 participantes, que debe ser lo más parecido a los castings guionizados de Factor X.

En octubre de 2006, un estudio desveló que Elvis era la celebridad (supuestamente) muerta que más dinero generaba: 42 millones de dólares al año. El peor actor del mundo hasta la llegada de Stallone ha convertido sus espantosos vehículos de lucimiento en piezas de culto para nostálgicos, y cada seis meses aparece un nuevo recopilatorio con las canciones de siempre, pero en distinto orden. La nostalgia es un arma.

Para terminar, de la intensa vida de Elvis, solo me quedo con una imagen. Nada de movimientos de pelvis o collares de flores. Prefiero ese Elvis pletórico con sus 130 kilos, ciego de anfetas y sin un duro, que se reunió con el presidente Nixon y le suplicó que le nombrara agente del FBI para combatir las drogas y luchar contra los hippies. El glamour de la decadencia más absoluta.