lunes, 28 de julio de 2008

NO FUTURE FOR YOU

Con el tiempo, he aprendido a tragarme mis palabras con la misma pericia que un faquir hace lo propio con sus sables o Lucia Lapiedra (antes de llamarse Miriam Sánchez) con otras cosas. Lo digo porque fui de los que daba por hecho que Amy Winehouse se caería del cartel del Rock in Rio y sois muchos quienes me habéis recordado mi patinazo estos últimos días. De acuerdo, me equivoqué y hago el correspondiente propósito de enmienda, pero reiteró que Amy no cantó en el festival. Más bien se limitó a asistir, maullar cual gato de callejón y, por supuesto, cobrar. Si uno va a un concierto de la joven británica, va a escuchar esa voz negra que combina decadencia y elegancia. De eso, en Arganda no hubo nada.
En la otra mano lleva una Mahou de medio litro.
Del mismo modo, un concierto de Sex Pistols debe ser sinónimo de incorrección, ruido, mugre y furia. En su primera actuación en nuestro país tampoco hubo nada de eso. Su actuación en el Summercase sonó bien, limpia y correcta, todo lo contrario a ese mítico concierto en el Manchester de finales de los setenta, al que sólo acudieron 30 personas (entre ellas, los fundadores de Buzzcocks, New Order o Simply Red).
No entiendo porqué Johnny Rotten sigue subiéndose a los escenarios con 60 años y no fue fiel a sus principios de retirarse al cumplir los 30. Tampoco comparto que el grupo continúe devaluando su nombre tras la muerte del bajista Sid Vicious. Frases como No future for you no suenan igual en un escenario patrocinado por Movistar que en la Inglaterra post industrial del Thatcherismo. Sex Pistols ya no es el grupo que, sin apenas saber tocar, marcó un hito en la historia de la música con un único disco.
Ahora, este icono punk es una marca, una franquicia, como Starbucks, McDonalds, H&M y el resto de negocios que invaden la Gran Vía madrileña donde antes había cines y tiendas de discos. Cuando voy a un concierto de Amy quiero que suene bien y en uno de Sex Pistols quiero que suenen mal. Así es la música.

jueves, 17 de julio de 2008

NUEVAS CARAS, MISMAS INTENCIONES

Mulholland Drive es una película que me fascina y habré visto una decena de veces. Recuerdo la primera, en los cines Renoir de Plaza España, junto a un amigo Lynchiano confeso. A la salida, acompañados de una Guinness, pasamos largas horas comentando sus momentos más desconcertantes e, inevitablemente, la escena lésbica entre Laura Harring y Naomi Watts apareció en la conversación. Dos actrices, por entonces prácticamente desconocidas, con bellezas antagónicas. Una rubia frágil y de silueta estilizada frente a una morenaza de curvas prominentes. Sus carreras también han sido igual de dispares. Mientras Harring ha hecho mucho (incluso de parteneire de Van Damme) y poco bueno, Watts se ha convertido en la nueva novia de Hollywood, siguiendo la estela de Nicole Kidman o Charlize Theron.
The Ring, King Kong y ahora Funny Games, Naomi Watts es la reina del remake, esa tendencia a fotocopiar películas ya realizadas como solución a la crisis de ideas y las huelgas de guionistas. Especialmente curioso es el caso de Funny Games, dirigida por el propio Michael Haneke una década después y copiando plano por plano a su predecesora. Es inevitable preguntarse qué ha llevado a un cineasta tan outsider como Haneke a hacer algo así, actitud más propia de directores regidos por el lema “coge el dinero y corre”. Seguramente, querrá que la dura crítica que transmite en Funny Games llegué al mayor número de gente posible y Hollywood es el mejor escaparate para conseguirlo.
Con otros actores y nuevos decorados, el resto de la obra es un calco de lo que ya hiciera hace diez años, eso significa que la inquietante esencia del original permanece inalterable y su incómoda crítica a la violencia en los medios también, sólo que ahora podrá verse en las salas grandes, las de los centros comerciales, las mismas que colindan con restaurantes familiares y tiendas de ropa clónica, con su cartel junto al de Kung Fu Panda o la nueva de Narnia. Distinto escenario, pero las mismas intenciones. Ahora la pregunta es ¿merece la pena ver Funny Games si ya viste la versión de 1997?. Con la magnética presencia de Naomi Watts y la desoladora oferta del resto de salas, mi respuesta es afirmativa.

miércoles, 16 de julio de 2008

Goooool de La Sexta

Ha pasado el tiempo y la resaca futbolera ha ido mermado. Esa plaga de camisetas rojas y rostros pintados que deambulaba por las calles cual zombies de Romero se ha extinguido y escuchar en un teléfono móvil el politono de “A por ellos, Oe” ya suena rancio y desfasado. Algunos nos quedamos con la sensación de que fue demasiado fácil, no sé si por mérito de los nuestros o por desmérito de sus rivales, pero el gol de Torres en Viena desató una euforia generalizada y, por momentos, canalizó los problemas de muchos españoles. Sin embargo, a mi gusto el mejor de la Eurocopa no lo marcó El Niño, ni tampoco El Guaje, sino La Sexta.

La Plaza Roja de Colón (curioso calificativo si pensamos lo que simboliza ese escenario y las concentraciones que ha albergado en los últimos años) no ha sido únicamente territorio de Cuatro। En uno de sus resquicios estaba presente La Sexta, que este año no emitió el torneo y nos libró a todos de los insufribles comentarios del trasnochado Andrés Montes (tanto tiempo retransmitiendo la NBA de madrugada deja secuelas). Concretamente en la fachada del Museo de Cera, con un cartelón que, para más mofa, iba acompañado de la leyenda “la mejor selección está en La Sexta”. Los realizadores de Cuatro se tirarían de los pelos cada vez que querían hacer un plano general de la plaza sin que la publicidad de La Sexta apareciese en pantalla. Tal vez los contenidos de la cadena sean muy discutibles, así como su incomprensible costumbre de cambiar de horario constantemente las series de culto, pero de “vender lo que sea” saben un rato. Sólo hay que ver la expectación que generaron en torno al nuevo CQC... aunque el resultado haya sido muy decepcionante. Los nuevos hombres de negro no pasarán de cuartos.