jueves, 11 de octubre de 2007

Tiembla, publicista

Hoy voy a ser un poco más malo de lo habitual. El trabajo de creativo publicitario cada vez se está poniendo más complicado, o al menos eso deduzco al escuchar día si día también las duras críticas a anuncios de moda, campañas de la DGT o promociones de nuevos programas de televisión. Será que cada vez somos más susceptibles, o que la polémica vende, o ambas cosas. No lo se.

Como cada lunes, me dirijo al trabajo mientras echo un vistazo entre empujones a uno de esos periódicos gratuitos. En su última página está la columna de opinión de una popular escritora. Tan popular que cuando escribe un libro su nombre viene con letras más grandes que el propio título de la obra. Autoproclamada como la abanderada de la igualdad, la tolerancia y el buen rollo por el simple hecho de vivir en Lavapiés, tener amigos de todos los colores y hablar abiertamente de homosexualidad, la semana anterior ya me sorprendió con un artículo sobre los toros. No por su fondo, que en cierta medida comparto, sino por la forma. De forma muy explícita y soez, describía lo que sería para ella una buena corrida y no precisamente de toros (o a lo mejor si, dependiendo de la potencia sexual de su parteneire).

Desde su poltrona en forma de contraportada, la columna de esta semana me desconcertó aún más. Seguro que todos los madrileños recordareis esos anuncios que empapelaban el metro promocionando la nueva serie de Willy Toledo en Cuatro, especialmente el de la escatológica muestra de habilidad que aparece en la foto (yo lo interpreté como un homenaje a La mano de dios) o el de la joven con minifalda que da el biberón a un bebe mientras Willy posa detrás a lo Rocco.

Dos ejemplos de humor de sal gorda. Un viaje a los tiempos remotos de las Ozoradas y las MQMF de American Pie. Pese a los ingeniosos porcentajes que acompañaban las imágenes, no gozaban precisamente de la sutileza de Groucho Marx.
Una demostración de humor deleznable (imagino que acorde con la línea argumental de la serie, que aún no he visto), pero por lo demás son dos anuncios inofensivos, de ahí que me parezca desmesurada la rabieta de la escritora solicitando al Instituto de la Mujer la retirada de estos carteles por sexistas, vejatorios y dañinos. Eso sí, ella emplea palabras malsonantes y alega que su visionado (como sucede con el 88% del cine español) puede provocar secuelas irreparables en las menores, como su hija.
Es entonces cuando yo me pregunto ¿vejatorio y sexista para quien?, ¿para la mujer?. De acuerdo que no sale bien parada, pero ¿no es más degradante para el género masculino?. Creo que calificar (parafraseando el anuncio) al 88% de los hombres como unos embrutecidos seres, con más hormonas que neuronas, que se comportan de modo simiesco cada vez que ven una falda, también puede ser un motivo de ofensa.

Tampoco creo que Willy Toledo forme parte de ese 88% y, sin embargo, pone su careto en el anuncio para intentar vendernos esta nueva sitcom y pagarse las habichuelas. Por su compromiso político y por las veces que me he cruzado con él en conciertos de rock dudo mucho que quisiera ofender a las mujeres del mundo. Ahora que recuerdo, la escritora también dedica unas cariñosas líneas a Willy para cerrar su columna.

Yo también voy a cerrar la mía, pero antes tiemblo sólo de pensar que si este desafortunado anuncio sirve para justificar semejante enfado, ¿cuál será su reacción ante algo realmente grave?.