viernes, 28 de marzo de 2008

DÍAS DE RADIO

Resulta gracioso. Siempre que hablo con un algún compañero que trabaja en televisión aparece la misma coletilla. Le digo que el 9 de abril regresa Muchachada Nui y contesta “no lo sabía, es que no veo la tele”. Muestro mi aberración ante el éxito de Escenas de Matrimonio y obtengo como respuesta “No sé, no veo la tele”. Pregunto si considera un plagio el anuncio de Telefónica Dúo y, sorpresa, “no sé que anuncio dices, es que no veo la tele”. Siempre la misma frase, un comodín para desviar una conversación que no te interesa y, al mismo tiempo, para parecer más cultureta, pues suele ir complementada por la siempre recurrente “...es que yo escucho la radio”. Ya entiendo, si ves la televisión eres un borrego, pero si escuchas la radio eres interesante y sofisticado.

Por eso, hay algo que nunca falla. Cuando te respondan eso, contraataca diciendo: “Ah, si... ¿y qué programa escuchas?”. Verás como la respuesta más repetida es “no sé, de todo un poco, nada fijo, ya sabes...”. Vamos, igual que cuando el jurado pregunta a la típica Miss Palencia que cuales son sus aficiones y responde que la lectura, pero preguntale que libro está leyendo actualmente y verás como aumenta su nerviosismo hasta el extremo (salvo que diga El niño con el pijama de rayas, que también sirve de comodín).
Digo esto porque parece que para repudiar más la ya de por sí lamentable programación televisiva tenemos que magnificar la radio. Atacamos la imagen escudándonos en los hertzios y olvidamos que la hermana mayor tiene exactamente los mismos defectos que su hermana pequeña. El más grave de todos, la escasa originalidad.


Me reúno con una veterana presentadora de televisión que actualmente dirige un espacio nocturno en la radio. Está preparando el guión para el programa de esa noche y, echando un vistazo a la escaleta, parece interesante. Es entonces cuando ambos llegamos a una conclusión que, a los devotos de la magia radiofónica, nos entristece.

La radio es cada vez más previsible y, salvo contadísimos espacios, ha perdido ese estimulante factor sorpresa hasta convertirse en aburrida e impersonal.Los informativos son todos a la misma hora, con las mismas ráfagas y las mismas voces, sólo cambia en enfoque de las noticias dependiendo de los intereses del grupo empresarial que pone el dinero. Las tertulias políticas, la sección de corazón, los deportes, las confidencias de los oyentes... las emisoras emiten exactamente la misma programación y a las mismas horas.

Información manipulada y tertulias ramplonas. Voces bonitas pero sin carisma. Programas con una estructura férrea, sin la mínima muestra de improvisación, incertidumbre, magia... las virtudes de una radio que conseguían suplir sus limitaciones técnicas respecto a la televisión a base de ingenio y complicidad con el oyente. Esas mismas virtudes que lograron seducirme, hace ahora diez años, cuando decidí presentar por primera vez un programa para una radio local. Mucho tendrían que cambiar las cosas, pero me temo que esos días (y noches) de radio quedan muy lejos y no volverán, por muy bien que quede esa coletilla de “No veo la tele, prefiero escuchar la radio”.