jueves, 17 de julio de 2008

NUEVAS CARAS, MISMAS INTENCIONES

Mulholland Drive es una película que me fascina y habré visto una decena de veces. Recuerdo la primera, en los cines Renoir de Plaza España, junto a un amigo Lynchiano confeso. A la salida, acompañados de una Guinness, pasamos largas horas comentando sus momentos más desconcertantes e, inevitablemente, la escena lésbica entre Laura Harring y Naomi Watts apareció en la conversación. Dos actrices, por entonces prácticamente desconocidas, con bellezas antagónicas. Una rubia frágil y de silueta estilizada frente a una morenaza de curvas prominentes. Sus carreras también han sido igual de dispares. Mientras Harring ha hecho mucho (incluso de parteneire de Van Damme) y poco bueno, Watts se ha convertido en la nueva novia de Hollywood, siguiendo la estela de Nicole Kidman o Charlize Theron.
The Ring, King Kong y ahora Funny Games, Naomi Watts es la reina del remake, esa tendencia a fotocopiar películas ya realizadas como solución a la crisis de ideas y las huelgas de guionistas. Especialmente curioso es el caso de Funny Games, dirigida por el propio Michael Haneke una década después y copiando plano por plano a su predecesora. Es inevitable preguntarse qué ha llevado a un cineasta tan outsider como Haneke a hacer algo así, actitud más propia de directores regidos por el lema “coge el dinero y corre”. Seguramente, querrá que la dura crítica que transmite en Funny Games llegué al mayor número de gente posible y Hollywood es el mejor escaparate para conseguirlo.
Con otros actores y nuevos decorados, el resto de la obra es un calco de lo que ya hiciera hace diez años, eso significa que la inquietante esencia del original permanece inalterable y su incómoda crítica a la violencia en los medios también, sólo que ahora podrá verse en las salas grandes, las de los centros comerciales, las mismas que colindan con restaurantes familiares y tiendas de ropa clónica, con su cartel junto al de Kung Fu Panda o la nueva de Narnia. Distinto escenario, pero las mismas intenciones. Ahora la pregunta es ¿merece la pena ver Funny Games si ya viste la versión de 1997?. Con la magnética presencia de Naomi Watts y la desoladora oferta del resto de salas, mi respuesta es afirmativa.