lunes, 2 de febrero de 2009

Con aroma a Serie B

Un amigo de Valladolid, autor del ácido y recomendable blog Tierra de Nadie, define la Noche de los Goya cómo la gran fiesta del cine español, aunque no haya nada que celebrar. Este principio se cumple año tras año. Uno se sienta frente a la pantalla y ve la entrega de premios como si fuera el certamen de Miss España, sin importarle quien gane o pierda. Muchas veces te vas a la cama sin saber quien ha ganado los Goya a Mejor Dirección y Mejor Película porque, llegados a ese punto, ya estás dormido en el sofá y cuando abres el ojo ves la teletienda. Al año siguiente no eres capaz de recordar cuál fue la cinta que se llevó más estatuillas y, como mucho, te acuerdas del generoso escote que lucía Elena Anaya.
Su carácter eminentemente televisivo, con las continuas pausas publicitarias y los tediosos guiones, tampoco ayudan. Y las inoportunas reivindicaciones políticas, menos todavía.

Anoche no hubo de eso (y, si hubo, me pilló haciendo zapping), pero si momentos gran interés. Me gustaron los Muchachada y me hizo gracia el comentario entre Vigalondo y Bayona sobre los remakes estadounidenses. También la perfomance de Rec con Manuela Velasco. autoparodiándose. O ver a un ilustre de mi barrio como El Langui recogiendo dos premios. En la gala hubo zombies, sonaron los nombres de Sam Raimi o Tobe Hooper y el Goya Honorífico lo recibió Jesús Franco, con su inseparable Lina Romay supliendo el escotazo de Elena Anaya. El inefable director (de quien ya escribí aquí) habló con valentía, como siempre ha hecho, y dedicó el premio a los jóvenes cortometrajistas. Lástima que Los Cronocrímenes y El Encargado se fuesen con las manos vacías.