miércoles, 9 de abril de 2008

BOWLING FOR HESTON

A estas alturas de la película muchos ya estaréis saturados de información por la muerte de Charlton Heston, el actor más popular del cine épico y máximo exponente del viejo Hollywood gracias a títulos como Los diez mandamientos, Ben-Hur, El Cid o Julio César. Pero si fascinante es su galería de personajes, no lo es menos su propia personalidad, especialmente por las múltiples contradicciones.

En los últimos años, siempre que el nombre de Heston salía a la palestra iba asociado a la extrema derecha estadounidense y la Asociación Nacional del Rifle, aunque pocos saben que en su juventud el intérprete fue un abanderado de los derechos humanos. En la década de los sesenta puso dinero de su propio bolsillo para que Orson Welles pudiera finalizar el rodaje de Sed de Mal, un thriller de claro mensaje antirracista, pero en los noventa consiguió censurar al rapero Ice-T argumentando que “sus letras contribuían al declive moral de la sociedad estadounidense”, gesto que fue entendido como un ataque a las minorías afroamericanas.
Heston se sentía cómodo en el papel de héroe, de salvador, de nuevo Mesías... y sus cruzadas trascendieron de la gran pantalla. De joven fue demócrata acérrimo y murió siendo un conservador extremista. Un gigante de 1,92 debilitado por la pérdida de memoria y convertido en una caricatura de si mismo cada vez que empuñaba un rifle.

Recuerdo el rostro pétreo de Heston en la mayoría de las películas de ciencia ficción setentera que marcaron mi infancia. Del canibalismo de Soylent Green (Cuando el destino nos alcance) al desolador futuro de El último hombre vivo, pasando por la irrepetible escena final de El Planeta de los Simios y su grandilocuencia al descubrir la estatua de la libertad enterrada en la arena. También recuerdo esos sábados después de comer, con las reposiciones constantes de Terremoto, Cuando ruge la marabunta o Aeropuerto 75 por televisión.

En la gran pantalla, Heston era la personificación del héroe imbatible, pero en su vida real se mostró vulnerable y perdió su último duelo (a la postre, el definitivo) contra la demagogia oportunista y canallesca de Michael Moore en su documental Bowling for Columbine. Un desenlace final propio de sus filmes apocalípticos.