lunes, 3 de diciembre de 2007

DAR CERA, PULIR MURO

Seguro que muchos recordareis Karate Kid II, un fijo en las reposiciones televisivas durante el periodo vacacional. Su argumento (como es habitual en el cine adolescente ochentero) es muy sencillo: el señor Miyagi viaja a su Okinawa natal por la muerte de su padre, acompañado de su inseparable alumno Daniel. A su llegada, se reencuentra con parte de ese pasado que intentó dejar atrás al viajar a Estados Unidos. Entre ellos, un viejo rival al que venció años antes y, ahora, clama una revancha. Miyagi, tan reflexivo e impasible como siempre, no cede. Su enemigo insiste y su métodos para presionar al maestro son cada vez más extremos. Primero le grita, después le amenaza, le ralla el coche, pisa las plantas de su jardín, e incluso se sube a un tractor y rompe los muros de su casa. Todo vale para provocar a Miyagi, quien al final cede en su empeño y acepta el reto, aunque en vez de luchar él, lo hará su discípulo Daniel.

Bueno, este momento revival ochentero se debe a la conversación que he tenido hace un rato con Nacho Vigalondo, que comenzó hablando de su película los Cronocrímenes (muy recomendable) y ambos terminamos reivindicando a John Landis o Joe Dante. Pero ya escribiré sobre Nacho más adelante porque, aunque no lo parezca, la secuencia inicial me vale pare ilustrar la última de Gallardón.

El alcalde de Madrid ha vuelto a hacer una gallarda (mmm... que mal suena, debería decir mejor una “gallardonada”, ¿no?). No es un tema nuevo, de hecho ha tenido cierta repercusión mediática, pero os pongo en antecedentes. Hace un mes, unos graffiteros de Madrid realizaron una gigantesca caricatura en un muro, con la intención de expresar al alcalde que el graffiti es arte. Parece que a Gallardón y los suyos no les hizo mucha gracia y, como ya hiciera el enemigo de Miyagi en Karate Kid II, optó por derribar el muro. Los graffiteros se tomaron esta medida como un ataque, un desafío en toda regla, un reto que han aceptado. A través de una web anunciaron que, a partir de ahora, el rostro de Gallardón made in spray invadirá varios rincones de esta, nuestra comunidad, de Madrid.

Tal vez Gallardón pudo destruir un muro, pero ¿que hará con un autobús? ¿incrustará una bomba como en Speed?... ¿y con un vagón de metro? ¿también volará por los aires como en La Jungla III?. Ya puestos, no estaría mal (siempre que no hubiera gente dentro, claro) a ver si así renovaban de una vez la Línea 5, que buena falta hace. Después de mucha meditación, la estrategia anunciada por Gallardón ha sido aumentar las multas, que actualmente rondan los 60/90 euros, a 300 e incluso 6.000 euros. Sus argumentos son claros y concisos: “el graffiti es una falsa expresión artística y debe ser sanciada”. Aquí es donde nace el debate, pues no sé que criterio seguirá para decidir “lo que es o no arte”, especialmente cuando en campaña electoral por los barrios del sur ha apoyado a los grafitteros y ha aplaudido iniciativas como ilustrar el Quijote en versión graffiti. Yo he crecido en el pandillero barrio de Aluche y he conocido muchos. Dentro de los graffiteros pasa como en el metro, que en el mismo vagón te puedes encontrar gente honrada y auténticos tarados. Ni todos son delincuentes ni todos son artistas.

No se que baremo se sigue para que Bucket face exponga en el MOMA de Nueva York y otros sean perseguidos, pero lo realmente contradictorio es que Gallardón apoye el graffiti en campaña electoral y después lo castigue. Y cuando hablo de graffiti, hablo de obras bien ejecutadas, que dan un toque de vistosidad a muros desolados, no a esos garabatos hechos con rotulador que ensucian el portal de mi casa o los asientos del metro. A esos si que habría que enseñarles los “múltiples usos” de un rotulador, a modo de supositorio industrial. Seguro que sería un método más eficaz que ir tirando muros. El señor Miyagi asiente con la cabeza, piensa lo mismo que yo, así que a dar cera a los "rotuleros".

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